Milagro infantil
Todos esos niños estaban a la espera de su muerte, afuera los padres angustiados más allá del dolor sabían que no existía esperanza
«El paraíso vive en la memoria» no es sólo un libro, es también un viaje extraordinario a las profundidades, grandezas y pequeñeces de nuestra humanidad.
Este libro son palabras que se me atragantaron en el alma, son personajes que me remecieron con su ejemplo y son emociones que me recorren en cada recuerdo que porfiado se aferra a mí.
Soy padre de tres y eso es básicamente todo lo que necesitan saber de mí, pero también soy hijo (como todos), esposo, hermano, nieto, amigo y en mi tribu la familia es un tesoro que nos fortalece. Llevo mi sangre con orgullo, pues cargo la herencia y las historias de mis padres y mis muchos abuelos como un amuleto mágico. Entre mis amores no humanos están principalmente los libros.
Soy padre de tres y eso es básicamente todo lo que necesitan saber de mí, pero también soy hijo (como todos), esposo, hermano, nieto, amigo y en mi tribu la familia es un tesoro que nos fortalece. Llevo mi sangre con orgullo, pues cargo la herencia y las historias de mis padres y mis muchos abuelos como un amuleto mágico. Entre mis amores no humanos están principalmente los libros.
Hay libros que en sus 200 páginas te cuentan una historia que te llevan a otra dimensión y te sumergen en un mundo de emociones, hechos y sucesos maravillosos….
El Paraíso vive en la memoria, logra aquello con historias de una plana. Muchas. Muchísimas! Y gracias a la maravillosa escritura de Juan Eduardo, cada una es capaz de transportar nuestro Ser completo a ese pequeño instante de la vida de un personaje (a veces conocido a veces no), y que sintonicemos con el ambiente y la emoción completos.
Es un viaje al mundo de miles de personas; realmente hermoso, sentido y profundo
Este libro es muy atractivo de leer, ya sea que tu interés sea la ciencia, la literatura o simplemente darte el gusto de emocionarte por medio de distintas historias que con certeza llegarán a algún lugar de tu corazón y memoria.
Todos esos niños estaban a la espera de su muerte, afuera los padres angustiados más allá del dolor sabían que no existía esperanza
Ayer mi hija menor mientras me hacía cariño en mi calvita, me pregunta:
—Papá ¿Qué es eso?— Mientras me miraba una cicatriz de infancia.
Vencer la gravedad, pero no así de simple, sino que desplegando toda la belleza del movimiento en el proceso,
No esperen que tenga las manos limpias.
Hoy vengo con las manos sucias, inmundamente cochinas de tierra, polvo, harina, carbón, tinta,
Sólo hay algo peor que no tener historias que contar. Eso es tenerlas y no tener a quien contárselas.